La caja Pilcik esconde un secreto, encierra en sí misma el misterio de un bosque del que sólo sabemos que es profundo. La umbría de sus ramas delimita el Telón de acero y abraza a una pequeña ciudad fronteriza checa en la que tienen lugar macabras desapariciones. Envueltos en su cotidianidad los personajes siguen la investigación policial que no cesará hasta descubrir la personificación de lo diabólico. Nos encontraremos entonces con la naturaleza levantándose sobre sí misma para tomar la forma de la bestia más perversa que habita en ella.
Realismo y magia coexisten en este pueblo de posguerra donde la única realidad es la del tiempo que venció a todos. Bajo el manto borroso de un conflicto pasado que debió acaecer en algún lugar lejano los personajes prosiguen con su vida de pantalones de paño remendados generación tras generación. El tiempo ha desaparecido como si los acontecimientos de la II Guerra Mundial y sus consecuencias hubieran sido parte del devenir "natural" de la historia. Para certificarlo reaparecen las viejas canciones de taberna, las tradiciones y las antiguas supersticiones que tan enraizadas seguían en la tierra a la espera de alguien que las devolviera a la vida. Lejos queda la incertidumbre que supuso el final de la guerra hasta la integración definitiva de Checoslovaquia en el bloque soviético tras la toma de poder del partido comunista en 1948. En este momento los héroes vuelven a vestirse de gris y se aprende a llorar hacia dentro, con cansancio, con sinceridad. A olvidar. Con cansancio. Con sinceridad. Por eso si los representantes de la ley pro-soviética fueron en algún momento extraños terminan por encajar y ser admitidos como fuerzas del orden necesarias. La disidencia fue vencida, es inviable ante la necesidad de sobrevivir de unos ciudadanos ya demasiado vacíos. Aquí la esperanza no existe, languidece hacia la frontera convertida en un sueño imposible del que apenas se puede hablar entredientes porque tampoco nada se sabe con seguridad del otro lado.
En este pueblo la espontaneidad se abandona como requisito imprescindible para restablecer el orden y la normalidad. Es necesario para evitar la propia destrucción de los individuos y a cambio sólo se exige un precio bastante “asumible”: vivir de espaldas al bosque, no traspasar los límites del bosque, no desear el bosque y bajo ningún concepto, ser parte del bosque.
Porque negar el bosque es negar la libertad y la destrucción al mismo tiempo. Es negar la posibilidad de una sonrisa futura pero también el encuentro con los propios demonios. Es permitir la perversión que supone dejarlos crecer, ignorados y a oscuras. Con el miedo transformado en ley de normalización, silencio, rechazo y conducta, el monstruo de la caja crece poco a poco cada vez más dueño subconsciente del laberinto de apariencias en el que obliga a convertir una vida. Negar y ahogar el grito de la naturaleza oculta del bosque (la que la más pura libertad individual puede materializar en aberración, la que los mecanismos de control de un estado pueden convertir en aberración), es dejar una puerta abierta para que este demonio feroz y hambriento secuestre lo más frágil que puede ponerse a su alcance.
Por cerrar los ojos antes de que acabe el día nunca va a dejar de existir la noche o, La caja Pilcik.
Realismo y magia coexisten en este pueblo de posguerra donde la única realidad es la del tiempo que venció a todos. Bajo el manto borroso de un conflicto pasado que debió acaecer en algún lugar lejano los personajes prosiguen con su vida de pantalones de paño remendados generación tras generación. El tiempo ha desaparecido como si los acontecimientos de la II Guerra Mundial y sus consecuencias hubieran sido parte del devenir "natural" de la historia. Para certificarlo reaparecen las viejas canciones de taberna, las tradiciones y las antiguas supersticiones que tan enraizadas seguían en la tierra a la espera de alguien que las devolviera a la vida. Lejos queda la incertidumbre que supuso el final de la guerra hasta la integración definitiva de Checoslovaquia en el bloque soviético tras la toma de poder del partido comunista en 1948. En este momento los héroes vuelven a vestirse de gris y se aprende a llorar hacia dentro, con cansancio, con sinceridad. A olvidar. Con cansancio. Con sinceridad. Por eso si los representantes de la ley pro-soviética fueron en algún momento extraños terminan por encajar y ser admitidos como fuerzas del orden necesarias. La disidencia fue vencida, es inviable ante la necesidad de sobrevivir de unos ciudadanos ya demasiado vacíos. Aquí la esperanza no existe, languidece hacia la frontera convertida en un sueño imposible del que apenas se puede hablar entredientes porque tampoco nada se sabe con seguridad del otro lado.
En este pueblo la espontaneidad se abandona como requisito imprescindible para restablecer el orden y la normalidad. Es necesario para evitar la propia destrucción de los individuos y a cambio sólo se exige un precio bastante “asumible”: vivir de espaldas al bosque, no traspasar los límites del bosque, no desear el bosque y bajo ningún concepto, ser parte del bosque.
Porque negar el bosque es negar la libertad y la destrucción al mismo tiempo. Es negar la posibilidad de una sonrisa futura pero también el encuentro con los propios demonios. Es permitir la perversión que supone dejarlos crecer, ignorados y a oscuras. Con el miedo transformado en ley de normalización, silencio, rechazo y conducta, el monstruo de la caja crece poco a poco cada vez más dueño subconsciente del laberinto de apariencias en el que obliga a convertir una vida. Negar y ahogar el grito de la naturaleza oculta del bosque (la que la más pura libertad individual puede materializar en aberración, la que los mecanismos de control de un estado pueden convertir en aberración), es dejar una puerta abierta para que este demonio feroz y hambriento secuestre lo más frágil que puede ponerse a su alcance.
Por cerrar los ojos antes de que acabe el día nunca va a dejar de existir la noche o, La caja Pilcik.
Esther
Viernes, 24 de Julio del 2009, Madrid.
Viernes, 24 de Julio del 2009, Madrid.
LA CAJA PILCIK es un texto de Carlos Be (Premio Serantes 2008)
Estreno MosaicoMercurio: 13 Nov 2009 - Santurtzi (Euskadi)